En agosto de 1958, bajo el hielo marino del Polo Norte y fuera del alcance de las vigilantes estaciones soviéticas, el primer submarino nuclear del mundo atravesó silenciosamente la gélida oscuridad. La región polar del Norte había sido conquistada desde abajo y se había convertido en otra etapa de la Guerra Fría.
El comienzo de una era de propulsión nuclear
El USS Nautilus, botado en 1954, fue el primer submarino de propulsión nuclear del mundo, capaz de permanecer sumergido durante periodos significativamente más largos que otras variantes de submarinos utilizadas por las potencias navales de la época. Los años 50 fueron una década de rápidos avances tecnológicos y tensiones diplomáticas, ya que la Guerra Fría seguía intensificándose entre Estados Unidos y la Unión Soviética. A través de la tecnología, ambas superpotencias trataban de superarse mutuamente y ejercer presión sobre la otra, evitando al mismo tiempo una guerra abierta.
Con este fin, en octubre de 1957, la Unión Soviética lanzó el Sputnik 1, el primer satélite artificial, a la atmósfera terrestre. El Sputnik 1, que transmitió frecuencias de radio a la Tierra para que todo el mundo lo oyera, supuso un enorme éxito para la Unión Soviética. En parte como respuesta al éxito del Sputnik 1, Estados Unidos trató de exhibir su propia destreza tecnológica demostrando aún más el poder de su principal activo nuclear submarino: el USS Nautilus.
Pero la existencia del USS Nautilus no era suficiente. Se buscaba una empresa, una gran hazaña que demostrara la superioridad del poderío estadounidense. Al principio se habló de circunnavegar la Tierra bajo el agua, pero se descartó. Se elaboraron ideas y se miró hacia el Norte. Finalmente, el Presidente Dwight D. Eisenhower ordenó a la Marina de los Estados Unidos atravesar el Polo Norte en submarino, pasando por el Estrecho de Bering y navegando por el Ártico antes de salir de debajo del hielo cerca de Groenlandia. Había nacido la Operación Sunshine.
Este paso bajo el hielo sería una obra maestra de la tecnología, una prueba para los soviéticos de que Estados Unidos tenía el poder, la capacidad y la voluntad de aventurarse en cualquier lugar sin ser detectado.
Comienza el viaje bajo el hielo
Tras un periodo de preparación, el USS Nautilus abandonó las costas occidentales de Estados Unidos y comenzó a dirigirse hacia el Norte. Intentó alcanzar el polo por primera vez en 1958, llegando hasta el mar de Chukchi, antes de que el profundo hielo a la deriva le obligara a retirarse de las aguas relativamente poco profundas. Tras regresar a Pearl Harbor a la espera de mejores condiciones, el USS Nautilus partió de nuevo en julio de 1958 rumbo al Norte, hacia el estrecho de Bering.
Esta vez, el submarino pudo navegar por las peligrosas condiciones de hielo del Estrecho de Bering, donde el hielo se extendía hasta 60 pies por debajo del nivel del mar. En muchos lugares, no había espacio suficiente entre el hielo y el fondo marino. A medida que avanzaba hacia el Norte, las brújulas magnéticas y giroscópicas de los submarinos empezaron a perder precisión y, por encima de los 85º N, el posicionamiento preciso se hizo cada vez más difícil.
En caso necesario, el comandante del Nautilus, William Anderson, había planeado utilizar torpedos para abrir agujeros en el hielo si necesitaban salir a la superficie. Finalmente, el único medio preciso de navegación fue el girocompás, que se mantuvo algo exacto durante todo el viaje, y un Sistema de Navegación Inercial, que se había instalado a bordo y resultó inestimable para la navegación sin emerger en latitudes extremas.
Cruzar el polo desde abajo
Tras sumergirse el 1 de agosto, el Nautilus se convirtió, el 3 de agosto de 1958 a las 23:15 horas, en la primera embarcación en alcanzar -y cruzar- el Polo Norte geográfico. A partir de ese momento, el submarino siguió avanzando silenciosamente bajo la espesa e impenetrable capa de hielo. Finalmente, 96 horas después de sumergirse por primera vez frente a las costas de Alaska y tras recorrer 2.940 km sin ser detectado a través de las gélidas aguas árticas, el USS Nautilus salió a la superficie al noreste de Groenlandia, completando con éxito el primer viaje sumergido alrededor del Polo Norte y demostrando el poder tecnológico que suponía.
El submarino, a su regreso a una base aliada en Inglaterra, recibió una Mención Presidencial de Unidad -la primera otorgada en tiempos de paz- antes de cruzar el Atlántico para regresar a Estados Unidos. El propio comandante William Anderson fue condecorado con la Legión del Mérito.
El éxito de la misión fue un gran golpe para Estados Unidos y sirvió como respuesta al éxito de la misión soviética Sputnik 1 y reforzó el hecho de que la Unión Soviética no poseía un submarino de propulsión nuclear propio. Sin embargo, a pesar de las sugerencias del Presidente Eisenhower de que los submarinos de carga de propulsión nuclear seguirían algún día la misma ruta, el impacto posterior en la región ártica y el Polo Norte durante el resto de la Guerra Fría fue mínimo. Los vuelos de espionaje y las expediciones de investigación representaron la mayor parte de los acontecimientos posteriores en todo el Ártico relacionados con el conflicto diplomático.
Hoy en día, los rompehielos de propulsión nuclear mantienen despejados los canales comerciales en el lejano Ártico ruso. Los submarinos, por su parte, tanto por razones científicas como de defensa, se han aventurado -y siguen aventurándose- bajo el hielo ártico, invisibles, desapercibidos y silenciosos.
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